La fiesta.

Así como la fiesta llega a su auge ha de llegar el momento en el que la música debe parar. El salón tiene que cerrar.

Una pena para aquellas personas cuyo anhelo persiste en sus mentes y cuerpos.

Con zapatos de charol o tacón salen a las calles en búsqueda de nuevos salones cuya fiesta se mantiene o está por iniciar. Se escucha una tonada a los lejos, lo suficientemente fuerte y amigable para incitar a la curiosidad y echarle un vistazo por cuenta propia.

El género y ritmo son un tanto distintos al anterior. Haciendo renuente el tomar lugar en la pista. No importa.

Deja que el miedo forme parte del proceso. No es más que tu instinto haciéndose notar y listo para alertarte cuando sea momento de volver a salir a buscar.

Puede que te tomen unas cuantas fiestas y vueltas antes de dar con aquella que poco a poco conquiste a cada uno de tus sentidos. Haciéndote sentir parte de y dándote tu lugar que sabes que tanto mereces.

A aquellas personas que siguen bailando a pesar de que la música haya parado. Son mera chingonería.